Veinte años no es nada


















Era el mes de Noviembre, y hacía ya un mes que había cumplido los nueve años de edad. Fuí al Kiosco a hacer unas compras y ví algo que me lamó la atención: un juguete muy sencillo, pero que yo quería tener. Eran unos binoculares plegables con forma de balón de Fútbol Soccer. Realmente lo quería. Siendo un niño, lo comenté con la familia, y nada. Decidí dar un paso más.
Llegó Diciembre, y con él vino el árbol de Navidad. Había escuchado eso de la carta a Papá Noel y entonces me puse manos a la obra. Yo sabía que habría posibilidades para mí si escribía mis deseos en un papel y lo colocaba debajo del Arbolito.
Tomé un lápiz y un pequeño papel. Con letra pequeña escribí mi lista de deseos, que luego coloqué debajo del árbol con suma discreción. ¡Demasiada discreción, porque no obtuve nada! Ninguno de mis deseos se había cumplido pasado el 25 de diciembre.
Fuí hasta el árbol, y me deshice de las lista, decidido a no creer más en esas tonterías.
"Papá Noel sólo visita a los hogares en donde alguien tiene trabajo", "los reyes son los padres, pero no se enteran de lo que queremos" o "esas fantasías son para la gente que puede pagarlas" eran cosas que yo decía a menudo. Ya me había rendido, cuando no ví más ese juguete en el Kiosco ni en ningún otro lado.
Esa experiencia me había enseñado que pocas cosas eran posibles, pero por alguna razón yo seguía queriendo e intentando conseguir lo que me proponía.
Llegué a la adolescencia, y ya el juguete imposible de menos de un dólar no existía ni siquiera en mi memoria. Comencé a descubrir muchas cosas, como por ejemplo la música. Descubrí música extraña, diferente y exótica, que me gustó mucho. Quería hacer ese tipo de música, y lanzar al mercado mi primer álbum.
Otra cosa no lograda, y así muchas fueron sucediéndose sin lograrse.
Pero.. ¿cómo le hacen los otros para tener todo lo que quieren? buenos y malos por igual, el sol sale para todos ¿por qué yo no lo veo?
Pasaron varios años, miles de vivencias y algunos de mis sueños, aletargados, seguían en lo más oculto. Por miedo o vergüenza no los comentaba, para no quedar como un mentiroso.
De todos modos me dí a la tarea de investigar por qué hay gente que logra y gente que no. Pedí perdón, perdoné, me acepté tal y como soy, dejé de prejuzgar, me centré en las soluciones y no en los problemas, trabajé, invertí, emprendí. Fracasé muchas veces hasta que un día decidí cambiar;  ya no quería fracasar más. Analizando mi vida con fría lógica entendí que había agotado la cuota de fracasos disponible para toda una vida, que ya no había más para fracasar, se había terminado mi reserva de fracasos.
Después me dí cuenta también que éxito o fracaso son formas de ver la vida, que se presenta tal y como es, y nosotros la juzgamos tales y cuales somos. En algún momento la dirección de los acontecimientos cambió; no sé exactamente cuándo fué, pero sus consecuencias fueron visibles. Las cosas comenzaron a ir mejor a medida que iba dejando de lamentarme, y eso me daba un aliento más para seguir haciendo. Todo el universo cambió su rumbo, a mi favor, en la medida en que me volvía más sensato y humilde, y mi autoestima subía hasta los niveles aceptables.
Un pequeño logro. Alegría. Otro logro. Otra alegría. Un día se me ocurrió agradecer lo que había recibido, y las cosas mejoraron explosivamente. A medida que sigo agradeciendo continúo teniendo más y mejores y mucho más grandes motivos para estar agradecido. Se me ocurrió que la gratitud sincera es un imán para la abundancia, pero me quedé más que corto: la gratitud te lleva hacia un mundo maravilloso en donde todo funciona a la perfección. No importa cuánto tiempo haya pasado desde que te atreviste a tener alguna esperanza. Busca, investiga, explora... y cuando encuentres algo que lo valga,  AGRADECE, y todo el tiempo perdido se convertirá en sólo un instante. Te lo digo por experiencia: pasaron diez años desde que quise tener listo mi álbum, pero lo tengo; se llama REVELACIÓN 2K10.
Cuando reconoces y agradeces lo que la vida te brinda, las cosas se dan mucho más rápido, pero es posible que recibas agradables sorpresas después de muchos años de haber olvidado lo que no pudiste conseguir.
Hace unos días fuí a comprar un poco de hielo, que es un insumo necesario en un nuevo emprendimiento, que retomé después de nueve años (¡otro logro!) Lo más sorprendente de todo, es que ví una caja con unos rezagos de oferta, que se estaban liquidando. Mientras esperaba mi turno revolvía con curiosidad dentro de la caja, para pasar el tiempo. Ví algo con forma de balón de fútbol, lo tomé para ver qué era, y  ví que tenía un orificio con una lente en su interior... "esto se parece a... algo que recuerdo de niño". Lo abrí y... es... ¡LA PELOTA BINOCULAR!!!! ¡Ya la había olvidado! tuve que tenerla en mis manos para darme cuenta de que todo es posible. Es la muestra más sólida y candente de que estaba equivocado, que por más que el tiempo pase obtienes lo que siembras, que todo lo que esos idiotas soñadores dicen... es cierto.
Ahora llevo mi pelotita a todos lados. La uso para ver lo que está lejos, y aunque no entrega una imagen de excelente calidad,  igualmente está bien. Es un símbolo para mí, y un recordatorio evidente y vívido de que sí se puede.
Pasaron veinte años, pero tuve lo que quería. Hoy quiero todo lo que tengo y lo agradezco, y si hay algo que todavía no tengo o no soy, sé que sólo será por un tiempo.
Te deseo lo mejor. Si algo tarda, ten paciencia, que veinte años no es nada, cuando al final lo consigues.



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